No hay dudas que Nikola Tesla era un psíquico. Su memoria fotográfica, sus posibilidades de visualización y su fisiología supersensible lo ubican en una categoría única.
Cuando viajó a Europa en 1890 por la muerte de su madre tuvo la oportunidad de mantener interesantes charlas con el famoso parapsicólogo Williams Crookes y esos diálogos lo llevaron a creer en la telepatía y en la vida después de la muerte; pero ni siquiera la visión de la aparición de su madre el día en que murió le cambió (ni siquiera en el último minuto de vida) su “racionalismo científico”.
A pesar de que sus inventos le llegaban como revelaciones, nunca se creyó metapsíquico. Su contacto extraterrestre le dio fama entre los ocultistas y se tejieron leyendas sobre su nacimiento en una nave espacial y una herencia venusina. La semana de su muerte tuvo una visión de su amigo Mark Twain e insistió en que se encontraba vivo, a pesar de haber muerto 25 años antes.
Aunque su patria natal le proveía una pensión de u$s 7.500 anuales y lo proclamó héroe nacional, Nikola Tesla murió en la extrema pobreza. Su amigo John O’Neill autor de su biografía “Genio Prohibido” cuenta que Nikola Tesla murió en soledad y pobreza, pero interiormente satisfecho consigo mismo. Sus obras sacaron a la humanidad del primitivismo y dieron al hombre una libertad tecnológica que nadie pensaba se podía lograr. Lamentablemente, la avaricia ajena y los prejuicios de su época entorpecieron su gran proyecto, su meta altruista que hubiera permitido a toda la Humanidad contar con energía gratuita y permanente en todos los rincones del planeta.
Hoy nadie recuerda y muy pocos conocen a este ser, adelantado a su época, a quien le debemos muchos de los elementos que hoy disfrutamos. Nikola Tesla, tal vez, un ser no-humano que llegó para cumplir una importante misión, como fue brindar a la Humanidad adelantos técnicos y utopías que todavía se pueden realizar.
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